lunes, 18 de mayo de 2009

ETNOGRAFÍA
El oficio de la mirada y el sentido.

Jesús Galindo Cáceres
http://www.geocities.com/arewara/arewara.htm
Grupo de Acción en Cultura de Investigación
http://www.geocities.com/diplotecnicas/diplomado.htm



PRIMERA PARTE. Presentación.


1. Nociones generales.


El oficio de la mirada y el sentido aparece en la distancia, cuando la interioridad ha producido un efecto de extrañamiento de lo que no está presente en sí mismo. Aparece también en la invisibilidad de la rutina y la costumbre, cuando todas las acciones de los seres interiorizados parecen naturales y las de los demás, los exteriores, mundos cerrados en su propio sentido y lejanía. La Etnografía tiene una vocación del otro, lo busca, lo sigue, lo contempla. Su asombro se resuelve muchas veces en la racionalidad de los propios referentes, pero también hace estallar la certidumbre y alerta a la imaginación.

El oficio principia en la mirada dirigida hacia el otro, en silencio, dejando que la percepción haga su trabajo, todo tiene su lugar, todo lo que aparece forma parte de un texto que se puede descifrar. El etnógrafo confía en la situación de observación, necesita confiar también en su capacidad de estar ahí observando, sabe que requiere tiempo, su tenacidad es el último resguardo de su intención. El otro está ahí, no pertenece al propio mundo, está lejos aún a un metro de distancia. El investigador agudiza la concentración en su mundo interior para observar, y entonces inicia el viaje al mundo del otro, un trayecto que es interior, de lo observado a los paisajes y situaciones propios, y entonces se produce el milagro, el otro empieza a ser comprendido.

Casi de inmediato aparece la mirada del otro, primero obscura en la intensidad de la propia voz interior, pero poco a poco de forma intempestiva empieza a tener eco entre las propias visiones. El otro existe también como intención, el contacto se intensifica de vez en vez, surge la sensación de compañía, de antagonismo, de comunicación, de soledad. El otro me mira y su interioridad es más críptica aún. La Etnografía se reconfigura en comunicación, el otro y yo tenemos que aprender a relacionarnos, a respetarnos, incluso a amarnos, indispensable comprendernos. El oficio y la situación han llevado las trayectorias vitales a un nuevo nivel desde el cual todo se percibe distinto. El emergente nosotros es diferente y la nueva configuración de interioridad que nos incluye a ambos está en plena formación.

El último lugar y momento de la mirada es la mirada misma. El investigador ha pasado a ser un actor en construcción de una nueva identidad, la que incluye a lo que antes era extraño y lejano. Lo que era está en recomposición, la mirada no puede ser la misma, las seguridades y coartadas se desvanecen, la sensación de crisis inunda todos los sentidos, y con ella los aromas de una perspectiva distinta, mejor, más rica. El investigador se mira a sí mismo y se desconoce, la Etnografía invierte su camino y se observa a sí misma. Y esto sucede al tiempo que el asombro y la sorpresa del otro aún están en carne viva. Es la gran oportunidad de dejar de ser para sólo estar. Algunos lo entienden y su mundo se transforma, otros son vencidos por el miedo y vuelven a su pasado. El otro sigue estando ahí, y no sólo está afuera, también nos habita aguardando el tiempo de su entrada desquiciante en escena, la Etnografía es una de sus puertas.

Construir la semejanza y la diferencia tiene implicaciones y consecuencias. El oficio de la mirada y el sentido es experto en esta configuración. Cuando la alteridad se amplifica el otro se construye en un ser ajeno e incluso peligroso. Cuando la identidad se intensifica el otro pasa a ser un compañero diferente con el cual puedo convivir y del cual recibo la riqueza de lo distinto. Ambos procesos pueden ser opciones en el primer encuentro, pueden estar a la vista o sumergidas en lo obvio o subconsciente. La política las maneja según sus intereses y ambiciones. La Etnografía no es neutral, instrumentalmente puede colaborar en la integración o desintegración de los diferentes y de los semejantes, en ocasiones lo que aparecía como diferente conviene que ya no lo sea y viceversa.

El oficio de sentido es la parte complementaria de la mirada descriptiva y fenomenológica. El sentido se sumerge en el lenguaje y la cultura en una perspectiva amplia y total, al tiempo que particular y restringida. Esto sucede así por la configuración misma de los acontecimientos observados y registrados. La percepción se guía por valoraciones, por significados, y esos racimos de partes conforman los sentidos mayores de la composición y la organización sociales. El etnógrafo hace apuestas de sentido, tiene que afirmar algún significado a todo aquello que ha pasado por su mirada y la interacción con los otros, incluyendo la reconfiguración de la percepción de su propia percepción. En estas apuestas de sentido se juega todo el prestigio y la fuerza de oficio de la mirada y el sentido. El etnógrafo toca los hilos invisibles del misterio de lo visible, muestra lo que estando más allá de lo evidente le da forma y lo estructura ante nuestros ojos, en nuestros ojos.



2. Antecedentes históricos. Apunte reflexivo reconstructivo.



La Etnografía, como tantas otras formas del conocimiento científico contemporáneo, tuvo su origen en la Europa del siglo diecinueve. El siglo de las formas y los impulsos, del sueño romántico, del positivismo terrestre y material, de las contradicciones sociales, del auge del capitalismo, de la independencia de las colonias americanas. Es a lo largo del diecinueve que el pensamiento antropológico toma forma discursiva y disciplinar, y sobre todo, adquiere oficio en campo. Y este es el punto, los europeos se mueven de su territorio y sus paradojas internas hacia otras formas de vida y ensayan una crónica del exilio y la curiosidad con asombro y chovinismo. La Etnografía es europea, se configura en la mirada decimonónica de migrantes exploradores con vocación analítica y etnocéntrica.

La Europa que funda la Etnografía es la que coincide con la sede de poder
colonialista capitalista. No es en España donde nace la Etnografía, aunque podría haber sido, es en Inglaterra y Francia. Peculiar combinación de temperamentos y momentos. Inglaterra es el centro imperial de la nueva época, la dueña de los mares y el comercio. Francia por su parte es la cuna del racionalismo como organizador de la vida social. Los proyectos antropológicos se oponen y complementan, por un lado la soberbia práctica del poder que funda instituciones y alianzas, por otra parte la soberbia analítica que todo lo nombra y convierte en un ente de razón. Así pues ingleses y franceses inician el viaje analítico hacia lo desconocido, hacia las formas de sentido del otro, hacia el tiempo-espacio de lo extraño, bajo la motivación del poder, de la curiosidad, y sobre todo de la racionalidad que tiene la última palabra.

De la ciencia social europea surge la intención etnográfica. En ella confluyen dos perspectivas, por una parte el programa positivo de la ciencia como gran inventario de lo que se configura como social, buscando identificar lo que puede llevar a ciertas leyes universales. Por otra parte el encuentro entre racionalismo y empirismo que resulta en una perspectiva metodológica que asume elementos teóricos como guía de reconocimiento de los fenómenos sociales, y que a la vez busca reconstruir lo que acontece a través de un registro detallado de lo que aparece. En cierto sentido, parecería que la visión etnográfica coincide en más de un punto con la perspectiva fenomenológica, y por otro lado hay un afán taxonómico que viene de la ciencia positiva de los inventarios y catálogos del siglo de las luces y la enciclopedia. Como sea la Etnografía se configura con una intención de trabajo de campo indispensable, y eso le da su cualidad central en la diversidad de enfoques que en ella confluyen.

Los europeos hacia la parte final del siglo diecinueve y la primera del siglo
veinte, ensayan una especie de cartografía de rasgos culturales que asemejan sus m‚todos con los de la botánica, la geología y la arqueología. Los objetos de estudio son no europeos, y en tanto menos europeos mejor. África y Asia se convierten en los terrenos de exploración y descripción preferidos, así como cualquier forma socio- cultural que aparezca como salvaje o no moderna. En ese momento Europa trata de rescatar sus raíces en la vida contemporánea de los otros, o sólo catalogar en formas museográficas aspectos extraños y pintorescos. Ambas formas debaten en el nivel teórico y frente a una configuración cierta de la historia de la diversidad y la identidad humanas.

El tiempo de la coartada del extrañamiento y la curiosidad continúa en el siglo veinte, pero otros intereses emergen en el horizonte. El mundo se ha acercado, la economía y la política han tenido el efecto de construcción de puentes de información. La cultura europea después de dos guerras terribles es otra. El optimismo y la soberbia del siglo pasado se han deteriorado, el principio de realidad hace que la mirada se torne cínica o escéptica, a veces irónica. La Etnografía queda como un oficio descriptivo fino y potente que hace confluir subjetividad y objetividad en el estar entre extraños y el relato a conocidos y desconocidos. El oficio de la mirada y el sentido ha cambiado, sus usuarios se han diversificado, su autonomía es relativa, sus contactos con otros métodos y disciplinas es un hecho. Hacia la segunda parte del siglo veinte aparece en todas partes y ante todo tipo de objetos, y ante todo sufre el desgarramiento de la mirada que se mira a sí misma. Pero sobrevive y toma su segundo y tercer aire.

Los EE.UU. son el lugar del gran cambio. La llamada escuela de Chicago y
después las ciencias sociales californianas toman lo que les parece útil y no compran ideologías y pleitos europeos. La Etnografía es un instrumento que potencia la mirada del curioso y del analítico, eso es todo, y con este estatus penetra a todos los campos de las ciencias sociales y del comportamiento, incluyendo a la emergente comunicación. Toda situación social puede ser descrita, puede ser percibida en detalle, eso es lo importante. La mirada que descompone en parte todo lo que ve se hace poderosa, la mirada que navega entre mundos distintos puede hacerlo con confianza y seguridad. El sentido es relativo y es maravilloso, es posible aceptar tal premisa y continuar conociendo. La Etnografía tiene futuro.

http://www.geocities.com/arewara/galindo086.htm

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